Me reencontré con la poesía.

Aquella que parecía olvidada, atrapada por las fauces del otoño y prisionera de la angustia incontrolable, aparece así, sin más, una noche fría de mitad de invierno, cuando solo las flores más valientes de algunos parques de Madrid se atreven a asomarse, a sabiendas de su próximo fin y de las heladas por venir.

Apareció la poesía en forma de amor y desamor, de caricias y vacíos en el pecho, en forma de explosión cegadora, para llevarme a todos aquellos sitios que jamás visitaré y a todas esas emociones que me costó reconocer.

Me dio el sentir de las plantas, del viento y del sol. Me dio la firmeza para quedarme y el valor para avanzar. La seguridad de quien no tiene nada más que amor en sus entrañas y la convicción de que mañana será un día mejor.

 

 

Dubhe