La poesía es la máxima expresión de la subjetividad, la antítesis de la razón, lo emocional en estado puro.

Es el viento en la cara, el quemazón en el pecho y los escalofríos de los huesos.

Aquello que no puede ser unificado ni generalizado porque refleja la eterna individualidad de nuestro ser, porque nos habla de frente, de uno en uno, y nos apuñala el corazón retorciéndo la empuñadura hasta que caiga la última gota de sangre de nuestro pecho.

La poesía es única porque afecta a cada uno de una manera y se manifiesta en otras tantas, para unos serán poesías los versos de lorca, para otros será la lluvia en los campos yermos de castilla.

Para mí, lo tengo claro, son las caricias de mis cercanos, los abrazos rebosantes de amor, el cariño de quien me quiere más que a nada y verlos caer para volver a levantarse y aprender una y otra y otra vez desde el llanto y desde la risa.

Pero sobre todas las cosas, la poesía es la sonrisa de mi madre, el llanto de mi abuela al recordar… y la nostalgia por volver a verlas a todas.