‘Cada vez que vemos una película que nos llena en distinto ámbitos, la hacemos nuestra y entra a ser parte de nosotros. El cine como lenguaje universal de las emociones humanas, sus intrigas, fantasías, dramas, infinitas alegrías y profundas tristezas; nos hace viajar desde nuestros asientos hacia los lugares más cercanos desde nuestra propia humanidad y dar saltos agigantados a los lugares inhóspitos, desde los físicos que nuestros pies desearían tocar hasta los más profundos rincones de nuestra alma y consciencia.
Ingmar Bergman sostenía la siguiente afirmación “Ningún arte traspasa nuestra conciencia de la misma manera que lo hace el cine, tocando directamente nuestra emociones, profundizando en los oscuros habitáculos de nuestras almas”, a esto le sumaríamos una frase de Edgar Allan Poe, pero se debe asimilar al cine, él dijo “Durante la hora de lectura, el alma del lector está sometida a la voluntad del escritor”. Aunando estas dos afirmaciones, el cine entra de una forma directa a nosotros, la historia nos atrapa el tiempo justo, medido desde la primera toma hasta la aparición de los créditos finales, pero la experiencia vivida deja una huella perenne en nosotros, tocando nuestro ser y adicionándole algo nuevo. La maestría del cine deja huellas imborrables como las del pie de un gigante sobre la suave arena.’

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