Siempre que me decido
a la muerte
y me preparo,
algo sucede.

Sucede, por ejemplo,
un vuelo transatlántico,

o una mujer alada
sucediendo oceánica
al timón de mis sábanas.

Sucede, por ejemplo,
que los flamencos migran.

Sucede que un incendio
necesita mi agua,
sucede que una lágrima
necesita mi fuego.

Sucede que despierto y anidan golondrinas
en el alfeizar roto
que hay bajo mi ventana.

Sucede que me mato
y una mujer desnuda
llega y me resucita,
que alguien canta bonito
al fondo de la sala,
que una huelga se gana,
que una presa se fuga.

Me sucedes y entonces
sucede, por ejemplo, que amanece temprano
que una flor se abre hueco
en el muro de mi casa
y que estuvo ahí siempre
pero ahora la veo.

Siempre que me decido a saltar,
cierro los ojos,
caigo sin hacer ruido
y me nacen las alas.

 

Cénix C. Callejo (Ad Libitum)