Quienes hablamos de politizar la alegría no estamos encarnando una nueva versión de Mr. Wonderfull. No tiene nada que ver con eso. Politizar la alegría no es más que resiliencia. Es estar con tu vecina a la que han machacado por todos los sitios y ver cómo hace de su desgracia algo que le permite reírse incluso de sí misma. Es verte a ti misma reponerte de dolores con una carcajada porque ya has llegado al límite del absurdo. Es ver cómo la gente inventa recetas nuevas para poder luchar contra lo que le oprime construyendo ratillos conjuntos. Es la creatividad inmensa de los pueblos precarios. La cocina exquisita de las clases más pobres… Es entender que la sociedad no sólo nos quiere falsamente alegres, sino deprimidas, solas, aisladas y tristes. Una persona que politiza la alegría lo hace contra todo pronóstico uniéndose a otras para combatir, compartir y luchar contra las adversidades. Politizar la alegría tiene más que ver con el poema de Benedetti que con imponer una forma superficial de estar alegres. Tampoco quiere decir que la tristeza no tenga cabida. La alegría profunda y la tristeza profunda (no la que se te muestra en los medios y la que la sociedad te exige) se parecen a veces demasiado. Quienes hablamos de alegría como resistencia simplemente estamos diciendo que no existe una única forma de luchar y de hacer política y que a veces donde tú ves una verbena hay toda una forma de construir sociedad y de establecer valores que también son políticos.

DEFENSA DE LA ALEGRÍA

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría

Mario Benedetti

 

 

del muro de Mar Gallego