Enamorado de la brisa en la cara al ir en bicicleta cuesta abajo, de las travesuras con miradas cómplices y de volver a ensuciarnos jugando.
Enamorado de los amaneceres en el campo, de mis errores que me hacen aprender y de las caminatas en solitario, pero también con mis hermanos.
Enamorado de las noches de verano y de las caricias del sol en invierno, de la sonrisa al despedirnos y del abrazo al reencontrarnos.
Enamorado de mi tierra, de mi pueblo, de mi familia y de los ojos verdes de mi abuela, que tanto nos han dado.
Enamorado de cada gota de sudor del hortelano, de cada grano de trigo y cada piedra del llano, que se pierden en la arena de mi tierra como estrellas en el manto.
Dubhe.