Sentirse solo, vislumbrar el vacío. Contemplar la inmensidad, el horizonte.

Ese horizonte que tantas veces te ha salvado.

Espacios abiertos para salvarme el alma, la vida, del abismo de la incertidumbre. Del no saber que coño hacer. De no saber gestionar nada. De mentir constantemente para engañarme a mi mismo y a los que me rodean. Joder.

Saltar al vacío se siente tan cercano.

La inmensidad siempre me fascinó, pero también me daba vértigo. Vértigo de ese que quieres tirarte. A ver qué pasa. A sentirlo. El aire golpeándote a toda velocidad mientras caes. Te gusta la adrenalina y la velocidad. Te crees que el mundo es tuyo cuando estás en lo alto. Ver todo, todo en orden. Pero luego no tenemos el valor de nada.

Vértigo. Al frío, a la soledad, a disfrutar a ciegas sin nadie que me acompañe. A mi mismo. A mi manera de relacionarme y a vivir mi mentira. Ojalá pudiese volar.

Se me aglutinan las emociones. Ojalá pudiese describir lo bello que resultan los árboles vistos desde el cielo. Describir la belleza de encontrar estrellas y la seguridad del abrazo de quien más quieres.

Ojalá se apaguen las bombillas.

Ya no se oyen pájaros en la ciudad.

 

 

Dubhe.

Otoño 2017