Por primera vez en años hoy he mirado todas nuestras fotos y no me ha dolido nada.

He sonreído al recordar nuestra historia. Una pequeña calidez me ha inundado por dentro mientras pensaba que quizás, solo quizás, estaba empezando a superarte, a seguir recordándote, por supuesto, pero sin que se me abriesen las entrañas.

Por primera vez en dos años siento que puedo ser yo mismo y no un componente fallido de nuestro tandem.

Hace dos años justos que explotó. Que mi cerebro se inundó de nostalgia y mis alientos solo soltaban tu añoranza.

Dos años de paseos nocturnos, de garabatos delante de un folio, de llantos (algunos visibles, otros no tanto), de aprendizajes por la vía difícil, de canciones, imágenes y poesías que me transportaban mucho más allá de donde llega la conciencia. Para ver con perspectiva, para acercarme, verme y calentarme al calor de mi propio fuego y de todas aquellas chispas de vida de las que me he nutrido estos dos largos años.

Pero por encima de todas las cosas, lo que más me ha acompañado es el inabarcable cielo de estrellas que me ha transportado a infinitos universos y realidades paralelas, que me ha soportado cuando parecía que solo podía caer hasta el fondo y del que he aprendido como nunca hubiese soñado.

Mil gracias a todas aquellas estrellas de mi vida, a las que solo vi algunos meses y ahora solo nos encontramos de casualidad y a las que aun siguen ahí, afuera de mi ventana cada vez que necesito un soplo de aire fresco y la visita de una antigua amiga.

A vosotras, Dubhe es mucho más vuestro que mío, por sostenerlo, gracias. Os debo haber aprendido a valorar la vida estos últimos años.

 

Dubhe. Finales de Septiembre